En Adviento tenemos tiempo para pensar, meditar, rezar… de modo que podamos contagiarnos de la alegría profunda de la llegada de Dios, escondido en la pobreza y la humildad de un establo. Dios nace a las afueras de la ciudad, junto a los marginados de la sociedad, en una familia joven y pobre, y que tendrá que migrar muy pronto.

¿Estamos dispuestos para acoger, esperamos algo…? ¿hay alguien ahí?